Cisnes que comen carroña
Darren Aronofsky es un director de futuro, de eso no hay duda. Me encantan sus películas, todas tienen algo especial que hace que este director se convirtiera en una de las mayores promesas del cine norteamericano contemporáneo. Pero creo que con "Black Swan" ha dejado de ser una promesa para convertirse en una realidad.
"Black Swan" es, probablemente, la mejor película que ha rodado hasta ahora el director de Nueva York, y sin duda una de las grandes películas que nos dejó el pasado año 2010. No es una película para cualquiera, algunos la tacharán de ser una frivolidad pretenciosa, mientras que otros la llamarán obra maestra, como suele pasar. No se si llegará a ser una obra maestra, eso solo el tiempo lo dirá, pero si puedo afirmar que es una de las mejores películas que he visto últimamente.
"Black Swan" es, probablemente, la mejor película que ha rodado hasta ahora el director de Nueva York, y sin duda una de las grandes películas que nos dejó el pasado año 2010. No es una película para cualquiera, algunos la tacharán de ser una frivolidad pretenciosa, mientras que otros la llamarán obra maestra, como suele pasar. No se si llegará a ser una obra maestra, eso solo el tiempo lo dirá, pero si puedo afirmar que es una de las mejores películas que he visto últimamente.
Aronofsky disfraza sutilmente con el delicado y hermoso arte del ballet un brutal, tenebroso y esquizofrénico thriller psicológico en la que la bellísima Natalie Portman (una de mis debilidades) borda un papel tan controvertido como fabuloso.
El director nos presenta un relato sórdido y enfermizo narrado entre escenas surrealistas (deudoras del mejor cine de Lynch), situaciones repugnantes y la extraordinaria música de Chaikovski, que por momentos roza la perfección con una puesta en escena bestial.
El film es siniestro. Nos traslada al interior de la atormentada mente de una jóven que ve como la gente, el baile, las ambiciones y ella misma tratan de transformárla en un ser monstruoso.
Aronofsky nos regala un relato inteligente a la par que sórdido, lleno de fuerza y de sentimiento, pero también de horror y surrealismo. El director neoyorkino nos demuestra que se mueve como pez en el agua analizando la línea que separa el bien y el mal, el amor y el odio, la sonrisa y el llanto, la satisfacción y la náusea, el deber y el querer, en definitiva, entre el blanco y el negro...
No se la pierdan
Y